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martes, 1 de noviembre de 2022

Entender a atender, mi propio caso

 El trastorno por déficit de atención e hiperactividad más conocido como TDAH se encuentra en boca de todos estos últimos 30 años, y es que hay que agradecer el desarrollo de la psicología cognitiva y la neurociencia las cuales han favorecido sobremanera su visibilidad.

No voy a andarme con rodeos, y es que yo poseo este trastorno y como he comentado anteriormente agradezco realmente el vivir en una época en la que se le da una importancia elevada a la salud mental y sus diagnósticos. Ya que el niño que hace 100 años era considerado distraído, poco aplicado o incompetente hoy tiene una explicación psicológica y científica que avala su comportamiento.

De esta manera en esta entrada contaré brevemente mi experiencia escolar. Para empezar me gustaría comentar que las causas de aparición de este trastorno son todavía muy desconocidas y que de todas maneras el mío personal no es muy elevado. No obstante parece que se encuentra directamente relacionado, en mi caso, a otro trastorno psicomotriz genético heredado por una rama familiar. Este último se conoce como Síndrome de Charcooth Marie-Tooth y consiste en el mal estado de las capas de mielina que recubren el axón nervioso, teniendo como consecuencia un flujo de corriente eléctrica bastante peor o diferente del normal.

Esto en el día a día se refleja en malos impulsos nerviosos, con varias consecuencias en las extremidades, como el mal pulso, peor incluso que el párkinson, ticks nerviosos, constantes movimientos, espasmos o la mala precisión motriz. A su vez debido a este estado nervioso defectuoso, la persona que lo incuba posee un nerviosismo y cambio de humor fuera de lo normal que también se relaciona con la ansiedad y el trastorno límite de la personalidad.

No obstante, en mi caso me tocó el TDA sin la H de hiperactividad desarrollada del todo. Y es que soy un afortunado gracias al tener una madre doctora en psicología y decana de la facultad de ciencias de la salud en la Universidad de Burgos la cual es experta en estos casos escribiendo artículos en prestigiosas revistas o incluso libros que tengo pendiente, y una hermanita pequeña que quiere seguir sus mismos pasos estudiando psicología. Por lo que se me diagnosticó a una temprana edad.

Lo primero relacionado con el mundo académico que recuerdo es el tener muchos problemas desde la educación infantil con respecto a la caligrafía derivada de mi mal pulso. De esta forma siempre se me exigía algo realmente complicado para mí y tenía bastantes pegas en todo aquello que escribía. Fue ya en la educación primaria cuando comprendí las desventajas de este trastorno en la escuela. Y es que si bien siempre había sido un niño inquieto que se cansaba siempre pronto de cualquier cosa que le atrajera, el suplicio comenzó al tener que estudiar y prestar atención a los profesores.



Pensaba hasta entonces que lo mío era lo normal y que atender a un profesor una hora entera era algo que nadie hacía, pues personalmente estoy todo el rato enlazando ideas en mi cabeza hasta realmente divagar y olvidarme de la idea o tema inicial. Obtuve malas notas pese a hacer lo mismo que todos mis compañeros, es ahí donde apareció la figura de un profesor y mi madre que comenzaron a explicarme mis carencias y a concienciarme acerca del poder de la constancia y voluntad.

Y es que a mi parecer este tipo de trastornos son discapacidades de la misma forma en que otras más físicas, pero tienen la ventaja de que puedes aprender a gestionarlas mejor de forma personal hasta el punto de por ejemplo sacarse una carrera como yo. 

En esta entrada me gustaría proponer ideas y consejos educativos que favorecieran a alumnos con esta clase de trastornos, pero realmente a los docentes solo me gustaría pedirles dos cosas, comprensión y paciencia. Es decir, informarse realmente de estos trastornos y sus consecuencias para no tratar como despistado o poco aplicado a alguien que realmente lo intenta, ya que esto puede deprimir realmente al estudiante. Y de esta forma la paciencia es la única herramienta que pueden emplear a su favor, realmente la lucha interna del alumno es la que determinará su rendimiento, es por ello que la figura del orientador debería coger fuerza en estos casos. Cada caso es un mundo y son ellos quien a su juicio y como profesionales deberán emplear las medidas que consideren oportunas en cada caso.  



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